viernes, 6 de mayo de 2011

2.4.4 NUESTROS ABUELOS, QUE VIVIERON EN OTROS LUGARES DEL MUNDO.



Mi nombre es Michel Le Berre, nací en 1949 en Morlaix (Francia). He sido profesor de Matemáticas. Mi escuela era pequeña y mi maestro se llamaba José. Los maestros eran autoritarios y muy rigurosos y castigaban a los alumnos contra la pared, pero mis compañeros eran todos buenos estudiantes. Llevaba algunos libros en la cartera, cuadernos y un lápiz. Recuerdo que la escuela estaba muy lejos y había que caminar bastante para llegar.
Testimonio recogido por David Le Berre (05/01/11)

Mi nombre es Belisario Naula y tengo 89 años. Nací en Loja, Ecuador. He sido militar. Fui 8 añosa la escuela y la dejé para trabajar y ayudar a mi familia. Mi colegio era religioso, se llamaba Simón Bolívar. Mi maestra se llamaba María Luisa. La maestra era muy dura y no podía ver mucho a las chicas. En la cartera llevaba un peine, dos libretas, cuatro libros, lápiz y goma. Recuerdo que los maestros nos castigaban a la mínima pegándonos con la regla en las manos. La vida en la escuela fue muy dura, pero divertida.
Testimonio recogido por Ronal Bayancela Naula (10/01/2011).

Me llamo Hong Mei Zhang y tengo 75 años. Nací en China. Me he dedicado a la contabilidad.
Fui a la escuela durante 7 años y lo dejé porque era muy difícil y al tener notas muy bajas no podía hacer el bachillerato. No recuerda el nombre de su maestra. Llevaba un libro y un lápiz y pinceles chinos para escribir. Recuerda que les enseñaban poco, pero que no les castigaban.
Testimonio recogido por Eva Yang Liu (05/01/11).


Pinceles chinos de hacer caligrafía


Mi nombre es Bleaje Naria y tengo 65 años. Nací en Rumania. He trabajado en una fábrica textil.
Estudié durante 8 años en la escuela primaria y 1 año en la escuela profesional. Mi escuela era grande, vieja. Todo era muy tranquilo y silencioso, pero a veces pegaban a los niños, sobre todo a los chicos. Mi maestra se llamaba Elena.
La cartera era cuadrada, de color azul. En ella llevaba lápices, gomas de borrar, reglas, unos cuadernos pequeños con pocas hojas. Escribíamos con plumas de gallina y no habían muchos libros. A veces nos castigaban, nos pegaban con una regla en la mano. A los que se portaban peor les cogían de las orejas. Nos enseñaban bien. Si teníamos notas bajas los maestros iban a casa a hablar con tus padres o te amenazaban con repetir.
Recuerdo a mi compañera de clase, Lia, aún somos amigas. Recuerdo que era obligatorio el uniforme y las bailarinas, tener el pelo largo y recogido, llevar la corbate de pionera. Si llegabas tarde, ya no podías entrar en todo el día. Si tenías el pelo corto, te castigaban.
Testimonio recogido por Elena Cosmina Patrascu.

Mi nombre es Ilse y tengo 83 años de edad. Nací en Rosario, Argentina. He trabajado como profesora de matemáticas. De pequeña, estuve en diferentes escuelas. En primaria, era una escuela pequeña con seis o siete aulas. En secundaria ya era más grande, con 10 o 12 aulas. Cuando estudié el profesorado, la escuela tenia dos plantas, con 20 aulas.
Mi maestra se llamaba Arlen. Recuerdo con mucho cariño a mi amiga de la escuela, con la que he pasado toda la vida. Llevábamos un libro de lectura, un libro de matemáticas, dos libretas, una de Lengua y otra de Matemáticas y también plumas de tinta y lápices. Todos los maestros nos trataban muy bien, eran muy buenos.
Todos los días llevaba un uniforme blanco para ir a la escuela. Recuerdo que tenía que hacer los deberes y que todas las semanas teníamos pruebas. También recuerdo que teníamos que ser muy puntuales.

Me llamo Elsa González, tengo 66 años y nací en Argentina. He trabajado en la tienda de ropa de mis padres.
Fui a la escuela durante siete años. Mi escuela era muy grande, de dos pisos y con muchos salones. Los ventanales daban a un plaza.
Mis maestros se llamaban Martín, Delia y Blanca.
En la cartera llevábamos portafolios, cuadernos, manuales, lápices, reglas, escuadras y libros de lectura. Los maestros nos trataban bien, les gustaba enseñar y tenían mucha vocación. Los compañeros chicos eran muy traviesos y  en las clases de religión, en los días de lluvia, cuando el sacerdote les hacía salir a la pizarra se enganchaban los pies con los paraguas.
Recuerdo que un año me tocó leer una poesía y, como me daba mucha vergüenza, la directora me ayudó. Una vez tuve que interpretar el papel de hija en una obra de teatro, donde mis padres eran compañeros y lo pasé muy bien.
Testimonios recogidos por Evelin Mistraletti (26/01/11)

2.4.6 CONCLUSIONES DE LAS ENTREVISTAS

                                    Matama, Vigo (1957)



Normalmente los alumnos le tenían mucho respeto al profesor porque le temían y las clases eran muy numerosas.

Generalmente los niños iban unos 5 o 6 años a la escuela solamente,  (algunos solo iban unos 2 o 3 años) y no la podían finalizar ya que tenían que ponerse a trabajar para colaborar en la economía familiar. En el caso de muchas niñas abandonaban la escuela para ayudar en las tareas domésticas.

En las zonas rurales, hemos observado, que no había grados sino que al haber pocos niños en la escuela, no contar con suficientes profesores y tener la escuela pocos recursos, se juntaban niños de diferentes edades en la misma clase (aunque normalmente seguía habiendo una separación por sexos). También en las zonas rurales, los niños tenían que recorrer grandes distancias soportando las condiciones meteorológicas. Pero también demuestra como valoraban ir a la escuela y el hecho de aprender. Cosa que actualmente no valoramos, no siendo conscientes que la educación gratuita que recibimos y las oportunidades que tenemos no siempre han estado (ni están en todos los países) al alcance de todos.





3.CONCLUSIONES




 
Al hacer el trabajo hemos observado que durante la República se hizo una gran reforma educativa, que consiguió una educación: no sexista, laica, no autoritaria, donde se buscaba que los niños disfrutaran aprendiendo e intentando hacer las lecciones amenas y prácticas (mediante excursiones, talleres….). Después con la llegada del franquismo se produjo, en nuestra opinión, un gran retroceso educativo, ya que la educación se torno, severa, religiosa y sexista, donde se utilizaba estrictamente el método mnemotécnico, las lecciones debían ser memorizadas aunque no fueran comprendidas y los castigos físicos eran frecuentes y en cierta manera eran la base de la educación era la frase “la letra con sangre entra”.


                    
                                  Orfelinato Ribas 1951



 

jueves, 5 de mayo de 2011

2.4.1 NUESTROS ABUELOS QUE VIVIERON SU INFANCIA EN CASTELLÓN



   Carmen Segarra con su clase y en la fotografía de abajo con su hermano pequeño en el Parque Ribalta (Castellón)




Mi nombre es Carmen Segarra Marqués. Nací en 1927, en Castellón de la Plana. Antes de ir al colegio, iba a un parvulario de monjas. Empecé a ir a la escuela con cinco años y la dejé a los 8, a causa de la guerra. Volví otra vez al colegio a los 10 años y acabé a los 12. A los 14 años empecé a trabajar en un almacén de naranjas hasta los 17. A partir de los 17 y hasta que me casé, estuve bordando a máquina. Así que mi vida en el colegio se paró en los años de la guerra y acabó pronto porque tuve que ponerme a trabajar.
Yo iba a una escuela que se llamaba “Las Aulas” porque estaba situada en esta plaza de Castellón. La escuela tenía un patio interior con árboles. El edificio tenía dos pisos, el 
inferior para los más pequeños y en el primer piso estaban los mayores. Mi profesora de los primeros años se llamaba Doña Paquita, y la de los mayores era Doña Sofía. Cuando éramos pequeños, niños y niñas íbamos juntos a clase, pero cuando pasábamos al piso de arriba, sólo éramos niñas. Los chicos se fueron a otras escuelas.
 Mi recuerdo más especial de la escuela era que las niñas decían que había duendes en los baños y las pequeñas tenían miedo de entrar, por si salían.
Llevábamos a la escuela materiales muy sencillos: un plumier, lápices, una pluma de tintero, una libreta y un libro de todas las asignaturas.
La maestra, Doña Sofía, era muy seria y nos llevaba a todos muy rectos pero nos enseñaba mucho. Cuando hablábamos o nos portábamos mal, nos castigaban contra la pared. A veces, cuando hablaba todo el grupo, la maestra cogía la regla y daba golpes en la mesa. Como no podíamos hablar en clase, nos gustaba llegar pronto a la puerta del colegio por la mañana, para hablar con las compañeras.
(Testimonio recogido por Núria Fabregat Nabás, (08/01/2011).

Me llamo José Granell Lleó y tengo 77 años. Nací en Castellón, en 1933. He tenido diferentes trabajos: de carpintero en un fábrica de muebles durante veintiocho años y después trabajé en un párking durante otros veinte.
Fui a la escuela durante ocho años, hasta que falleció mi padre y tuve que empezar a trabajar. A los doce años empecé como aprendiz de carpintero. Mis maestros se llamaban Don Joaquín Selma y Don Francisco Iturralde. El hijo de Don Francisco iba conmigo a clase y competíamos por sacar la nota más alta, pero yo siempre quedaba primero. En nuestra escuela estábamos divididos por cursos y cada grupo era de unos treinta niños por clase. Llevábamos un solo libro, libretas pequeñas y una caja de lápices.
Nuestros profesores tenían mucho interés por enseñarnos. Yo nunca fui castigado pero los castigos eran muy severos. Recuerdo que nos dejaban un minuto para recitar la lección y nos ponían la nota a partir de eso. Mi hora favorita del día era el recreo, porque podíamos jugar a fútbol.
Testimonio recogido por Marina Granell (04/12/10).
                    Colegio Francisco Ribalta (Castellón de la Plana) 1957

Me llamo Carmen Sales Peraire. He trabajado en muchas cosas, cuando era pequeña iba a ayudar a mi tía al horno y a mi padre al campo (ir a recoger almendra o aceitunas, trabajar en el huerto…) ya que no tenía madre. Cuando acabé la escuela, trabajé en casa del médico del pueblo como criada. Fui creciendo y he trabajado toda mi vida en el campo.
Dejé la escuela a los 12 años, por la muerte de mi padre. Mi escuela era un piso con dos plantas y cuatro habitaciones donde habían pupitres, plumeros y pizarra. Las condiciones higiénicas eran horribles, sobre todo los wáteres, que daban asco.
Mi maestra se llamaba Doña Consuelo. Recuerdo que ya era mayor y a veces nos reíamos de su comportamiento. Los chicos y las chicas estábamos separados. Llevábamos en la cartera colores, goma, pluma, una enciclopedia y un libro para leer.
Los mejores ratos los pasábamos en el recreo, cuando jugábamos a “el “ con todas las amigas. Y los peores, los castigos: te hacían pasar horas de rodillas delante de la pizarra con las manos en cruz.
No hacíamos exámenes. Yo creo que, comparados con los de ahora, las enseñanzas que recibíamos eran insuficientes.
Testimonio recogido por Mar Boix Sales (28/12/10).
Cartilla de escolaridad de la época.
Me llamo María Amparo Olcina y naci en 1941, en Castellón. He trabajado de secretaria.
Hice primaria y secundaria en una academia. Mi escuela era una escuela de monjas, muy grande. La señora Soledad era la maestra de las chicas y el señor Godofredo el de los chicos. El señor Godofredo era también el director.
En cuanto al material, los cuadernos los daban los profesores y nosotros usábamos lápices. Los maestros enseñaban mucho. Mis mejores recuerdos es que todos nos conocíamos en clase y fuera éramos amigos. 
Testimonio recogido por Andrea Niculae (02/01/11).

Mi nombre es Ernest Morte y tengo 78 años. Nací en Castellón de la Plana y he trabajado en la Petronet 
Testimonio recogido por Ernest Morte (10/01/11).




Me llamo María Rosa Dols y nací en el año 1938 en Castellón de la Plana. Tengo 72 años y he trabajado toda mi vida en Casa Reverter, una tienda donde se vendían prendas interiores, accesorios y mercería. Cuando era más joven también trabajé de peluquera.
Fui a la escuela desde los tres años hasta los trece. Dejé de ir a la escuela porque ya no había más clases y tuve que empezar a trabajar de peluquera.
Yo iba a una escuela normal donde había pupitres con sillas de madera y un tintero en medio de los dos pupitres. Mis maestros se llamaban Doña María y Don Manuel.
Tengo muchos y muy buenos recuerdos de la escuela porque hice muchos amigos y lo pasábamos muy bien todos juntos. Llevábamos un libro que era una enciclopedia donde te hablaban de todas las asignaturas y cuadernos para escribir, porque los lápices se quedaban en la escuela. Aprendíamos mucho con los maestros y apenas nos castigaban. Nos trataban bien, siempre que nos dirigiéramos a ellos con mucho respeto.
Todas las chicas jugábamos en el patio, porque en mi clase sólo podía haber chicas. Los jueves por la tarde, como no había clase, nos llevaban a Lidón o de excursión y los sábados que no íbamos a la escuela rezábamos el rosario.
Testimonio recogido por Belén Vicent Bosch (23/01/11).


Colegio Carmelitas 1955 (Castellón de la Plana)


miércoles, 4 de mayo de 2011

2.4.3 LA ESCUELA EN OTROS LUGARES DE ESPAÑA.


Nuestros abuelos, que vinieron de otros lugares de España.


1º de Bachillerato del colegio Sta María del Collell, Bañolas (Girona), en 1965

Me llamo Manuela Fernández Revuelta, tengo 79 años y nací en Santander. Yo no he trabajado nunca fuera de casa.
Fui a la escuela hasta los 16 años y completé los estudios con una profesora particular. Mi escuela, en Berlanga (Santander) estaba divida: a la derecha, los niños con maestros y a la izquierda, las niñas con maestras. Mi maestra se llamaba la señorita Pilar y era muy recta.
Llevábamos pocas cosas en la cartera (libros, cuadernos y material de dibujo) y escribíamos mucho en la pizarra. Nos sentábamos por parejas. Y aprendíamos mucho.

Foto de material escolar de la epoca


Los maestros eran muy rectos y nos castigaban pegándonos con una regla en la mano o un manotazo, también nos obligaban a estar de rodillas toda la clase.
Recuerdo que había mucho más respecto, no se puede compara con ahora. Nosotros llegábamos deprisa y puntuales y hacíamos cola al entrar y al salir. La profesora era muy recta y tenida en cuenta.
Testimonio recogido por Luís Torada Aguilella (10/01/11).


Mi nombre es Jesús Sánchez Brosel, nací en 1936 y tengo 74 años. Yo soy Teruel, de un pueblo llamado Villafranca del Campo. Empecé a trabajar en la agricultura a los 16 años y después en un almacén de naranjas hasta mi jubilación. También me dedico de la apicultura desde los 17 años hasta la actualidad.
Fui a la escuela desde los siete hasta los doce años. Y luego fui a una academia para aprender contabilidad, mecanografía y teneduría de libros. Estuve en la academia hasta los 16 años. Dejé de ir a la escuela porque había que trabajar.
Estudié hasta los 10 años en Villafranca del Campo. Era una escuela bastante grande y allí iban todos los niños del pueblo, unos 30 o 40. Luego vine a Castellón y estuve estudiando en el grupo escuela “Ejército”, que era bastante grande.
Sólo recuerdo a las amistades de entonces, nada más. Llevaba un libro que servía para todas las asignaturas (la enciclopedia), un lápiz, una goma y una libreta.
El maestro nos trataba bien. A mí nunca me castigaron, pero si alguien se portaba mal tenía el castigo que se merecía, como por ejemplo ponerse de cara a la pared o no salir a jugar. La gente daba menos importancia al estudio y pensaba en ponerse a trabajar porque a la familia le hacía falta el dinero. Como no ponían deberes, después de la escuela ayudaba en casa o me iba a jugar con los amigos.
Mis recuerdos de la escuela son buenos.
Testimonio recogido por Claudia Bolos Sánchez (27/12/10).


Me llamo José Pipó Bieoda, tengo 80 años y nací en Úbeda, Jaén. He trabajado en el Banco Hispano-Americano (Santander).
Fui a la escuela desde los 3 a los 14 años. Mi escuela era de curas, con bancos. Mi maestro se llamaba Cristóbal Cantero. No tengo muchos recuerdos de la escuela. Llevábamos algunos libros de Geografía, de Humanidad. Nuestros maestros nos trataban con mucha dureza y nos pegaban con la regla. Recuerdo que, una vez, el profesor me dio una patada y todavía tengo la cicatriz.
Testimonio recogido por Eva Pipó (31/12/10).

Me llamo Emiliana Gil, tengo 83 años y nací en una aldea de Cuenca. He trabajado toda mi vida en labores de casa.
Sólo fui cinco o seis años a la escuela, porque mi familia me necesitaba en casa. Mi escuela era un “maset”, donde habían dos clases, una de chicos y una de chicas. Mi maestra se llamaba Doña Isabel. No tengo muchos recuerdos de la escuela. Llevábamos una libreta y un lápiz. Y cuando nos castigaban nos llevaban a un cuarto aparte.
Testimonio recogido por Sergi Ripollés Gil (07/01/11).


Mi nombre es Encarnación Amparo y nací en 1930, en Requena. He hecho trabajos de cultura general, pintura, escribir a máquina, bordar, coser y ama de casa. Fui a la escuela durante doce años y el tiempo que la dejé fue a causa de la guerra.
Era una escuela donde solo habían chicas y las monjas. Mi maestra se llamaba Sor Maricruz. Teníamos mucho respeto a los profesores. Los castigos eran estrictos: pegaban con una regla en la mano o te ponían cara a la pared. En el recreo jugábamos a la comba.
Llevábamos en la cartera una enciclopedia grande donde se agrupaban todas las materias y una pluma. Tener una buena letra era fundamental.
Los maestros nos enseñaban mucho pero nos castigaban continuamente. Los otros recuerdos de la escuela eran los juegos, a las agujas y a las chapas. Como no teníamos “maquinitas”, jugábamos a juegos de calle. Todo era más divertido.
Testimonio recogido por Sara Artola Grangel (21/12/10).

Soy María del Rosario Ovejero, tengo 68 años y nací en Talavera de la Reina. Yo he trabajado en el despacho de mi padre, que tenía una empresa de frutas. Le ayudé en las facturas durante uno o dos años. Luego me fui a Castellón y estuve unos cuatro o cinco años trabajando de esteticién.
Fui a la escuela de 7 a 10 años en mi pueblo y de los 10 a los 17 en la ciudad. Dejé la escuela para ayudar a mi madre, que estuvo muy enferma. Mi escuela era un colegio de monjas, “las Agustinas”. Mis maestras se llamaban “sor”: Sor Natividad, Sor María Isabel… Era un colegio sólo de chicas y hacíamos ejercicios espirituales. Me lo pasaba muy bien y era buena estudiante.
Mi cartera era de cremallera y llevaba un estuche de pinturas. Guardábamos los libros en el pupitre y llevábamos a casa los libros que teníamos que estudiar. Asignaturas, teníamos las básicas. Casi todo eran apuntes, más que utilizar el libro.
Las maestras eran bastante duras y tenían mucho genio. Revisaban la manera de vestir y los modales. Enseñaban bien, nunca me sentí cargada de trabajo de estudio.
La verdad es que tengo un recuerdo muy bonito de mi tiempo en el colegio, éramos un grupo de unas seis amigas muy íntimas y nos gustaba mucho el uniforme.
Testimonio recogido por Cristina Garcia Mulet (10/01/11).

Mi nombre es Alberto Agulló y naci en Elche en 1931. He trabajado desde los 14 años hasta los 19 como aprendiz de ebanistería. A los 19 me establecí por cuenta propia. Desde los 35 hasta la actualidad he sido pintor y “cosero” (hago cosas).
Fui a la escuela desde los 8 años a los 13 y dejé de ir porque no me gustaban las Matemáticas. Iba a una academia llamada Ripollés y era una clase donde estaban todos los alumnos. Recuerdo a mi maestro porque discutía con él por culpa de las Matemáticas.
A la escuela llevábamos un libro de escritura y Matemáticas, un lápiz y una pluma.
Antes de ir a la academia, venia un maestro a casa que nos castigaba con los brazos en cruz y dos o tres libros encima de las manos.
Testimonio recogido por Aitana Agulló Ribera (25/12/10).

Me llamo Ana María y tengo 76 años. Nací en San Carles de la Rápita (Tarragona). He sido ama de casa. Fui a la escuela hasta los 12 años y la dejé para ir a estudiar  unos “estudios mercantiles”. Mi escuela era de monjas. Mis maestras se llamaban Anita y Vicenta.
Recuerdo que cada invierno cada uno de los alumnos teníamos que llevar un leño para la estufa y que no teníamos cuadernos, sino pizarras. No teníamos mochilas o carteras, sólo utilizábamos la pizarra, las tizas y una enciclopedia. Nos castigaban cara a la pared o copiando, pero no nos pegaban. También recuerdo que en la escuela habían diferencias de género y que no almorzábamos nada.
Testimonio recogido por Joaquim Albiol (27/12/10).


Mi nombre es Marisa y tengo 71 años. Nací en Valencia. Yo he trabajado en una tienda de ropa hasta que me casé. Fui a la escuela hasta los 16 años y lo dejé para ponerme a trabajar. Mi escuela era sólo de chicas y pública. Mi maestro se llamaba Don Juan. El profesor nos trataba bastante mal y no teníamos tantas materias como ahora. En la cartera llevábamos libros de texto, cuadernos y lápices. 
          
No nos enseñaban mucho y nos castigaban haciendo copias o de cara a la pared. Aún así, tengo un buen recuerdo de la escuela, sobre todo porque allí tuve mis primeros amigos.
Testimonio recogido por Claudia Copete Silla (10/01/11).

Me llamo Luis Duque López, tengo 72 años y nací en Albacete. He trabajado como jefe de obra.
Fui a la escuela hasta los 18 años. Mi escuela era religiosa, de los “Santos Apóstoles” y mi maestro era el padre Joaquín. En la escuela había un trato distinto para los dos sexos y mucho machismo. Lo que más recuero son los castigos y los métodos de enseñanza.
Llevaba una cartera de mano con lápices y cuadernos.

Cartera escolar de la epoca
 

Nos tratábamos de usted y los castigos eran físicos y más duros que los actuales. Recuerdo, sobre todo, tener que cruzar los campos y la ciudad cada día para llegar a la escuela.
Testimonio recogido por Javier Zorio Duque (02/01/11).


Mi nombre es Fermín Adiego y tengo 77 años. Nací en 1933 en Salillas de Jalón (Zaragoza). Yo he sido mecánico y metalúrgico.

Fui a la escuela durante seis años y lo dejé porque tenía que trabajar. Mi escuela era grande, con suelo de tarima y teníamos una estufa de carbón para calentarnos. Mi maestro se llamaba Don Lorenzo.
Recuerdo que el maestro nos pegaba con una vara en la mano por insultar a un pobre que se llamaba Lázaro. En la cartera llevaba un solo libro, el de “Grado Medio”, un plumier con lápices, pinturas, un sacapuntas y una libreta.
Los maestros nos enseñaban la moral, teníamos que aprender las lecciones de memoria y nos ponían a todos a su alrededor para preguntarlas. Si no te la sabías, te ponían el último de la fila a escribir varias veces lo que nos sabías, como castigo. También recuerdo que teníamos que cantar antes de salir de la escuela. 

Testimonio recogido por Irene Latorre Adiego (27/12/10)

Me llamo Joaquina Rodríguez Martínez y tengo 69 años. Nací en Bailén (Jaén). He trabajado vendiendo leche en el negocio de mi padre, que era cabrero.
Fui a la escuela desde los seis a los ocho años y lo dejé porque tenía que ayudar a mis padres. Mi escuela era toda de madera y mis maestras se llamaban Araceli y María Ángeles.
Mis mejores recuerdos son las amigas, porque todavía conservo amigas de la infancia. A la escuela no llevábamos nada, sólo teníamos un cuadernillo. Lo peor, los castigos de las profesoras y los mejor, los juegos en el patio de la escuela.
Testimonio recogido por María Zafra (21/12/10).

Mi nombre es Julia y tengo 77 años. Nací en Murcia. He trabajado como empresaria textil. Fui muchos años a la escuela, que era muy grande y vieja. Mi maestra se llamaba María Teresa. Las clases eran de chicas o de chicos, nunca juntos. Vestíamos de uniforme y teníamos que llevar el pelo siempre recogido.
En la cartera llevábamos libros, cuadernos y lápices. Los maestros nos pegaban con la regla. La escuela era muy estricta.
Testimonio recogido por Sara Huertas.

                     Pupitres y material escolar de la epoca

2.5 La escuela franquista contada por los alumnos de los pueblos de Castellón



Nuestros abuelos, que vivían en los pueblos de Castellón. 
                                  Colegio "Les Llometes" Benasal.
Mi nombre es Elvira García Roig y tengo 76 años. Nací en Benasal (Castellón) y he trabajado toda mi vida, primero haciendo pañales, después paños de cocina y las fajas que llevaban los hombres en la cintura. A partir de los 45 años, haciendo limpiezas en las casas.
Sólo fui dos años a la escuela porque vivía en una masía y según mis padres tenía que ir a guardar el ganado porque de todos los hermanos, era la que mejor lo hacía. La escuela era un edificio bastante grande para la época. Había una habitación con pupitres y al lado vivía el maestro. Actualmente la han restaurado (“Les Llometes”).
Mi maestro se llamaba Antonio, era muy bueno y enseñaba mucho, aunque nosotros éramos mucho más aplicados que ahora. Había muchos niños y niñas como yo que eran de masías vecinas. Yo tenía que andar dos horas y media de camino para llegar a la escuela todos los días.
Los libros, los tenía el maestro en la escuela. Él nos enseñaba y nosotros copiábamos en libretas que llevábamos de casa lo que él nos dictaba o escribía en la pizarra. Nollevábamos lápices, pues escribíamos con pluma mojando la tinta en un tintero que estaba incorporado al pupitre.
El maestro nos trataba bien, pero había mucha disciplina. No podías hablar o mirar mucho a tu compañero. A los que no trabajaban les imponían castigos bastante fuertes, les tiraban el borrador a la cabeza, les pegaban con la regla. En sólo dos años aprendí las sumas, las restas, las multiplicaciones, divisiones y todos los problemas correspondientes a estas reglas matemáticas. Nos enseñaron muchas historias, aunque lo que nunca faltaba eran las clases de religión todas las semanas, con oraciones y escritura de trozos de la Biblia y Nuevo Testamento.
A mí me gustaba mucho la escuela, pues cuando iba a guardar con el ganado siempre llevaba algún libro que me dejaba el maestro.
Además, me acuerdo que al maestro le llevábamos un pan cada semana, pues no tenía tierra para sembrar y cobraba muy poco.



Mi nombre es Alfonso Roig Barreda y tengo 80 años. Nací en Benasal, Castellón. He trabajado en diferentes sitios, primero de pastor, luego de peón albañil hasta que me especialicé y llegué a ser oficial. Con los años formé una pequeña empresa de seis trabajadores. Los últimos años trabajaba yo solo como autónomo.
Sólo fui cuatro años a la escuela, desde los 8 a los 12. Dejé de estudiar porque mis padres decidieron ir a vivir a una masía que se encontraba bastante alejada del pueblo y yo hacía falta para trabajar en casa, para aportar algo de dinero con mi trabajo.
Mi escuela era de piedra, no muy grande pero acogedora. Sólo íbamos chicos; las chicas iban a la “escuela de niñas”. La nuestra no tenía nombre y actualmente es el Hogar del Jubilado. 

Mi maestro se llamaba José y era muy bueno pero no enseñaba mucho. Yo no era muy aplicado en los estudios y me dedicaba a jugar por las calles con mis amigos. Copiábamos lo que el maestro escribía en la pizarra y escribíamos con pluma mojando en el tintero del pupitre. A mí me costó mucho aprender a escribir y sobre todo lo referente a las matemáticas. El maestro no nos trataba muy bien y había mucha disciplina. No era un maestro que tuviese mucho interés en enseñar y que nosotros aprendiésemos rápidamente.
A mí no me gustaba mucho ir a la escuela, pero recuerdo los ratos que pasábamos con otros niños en la calle. Recuerdo el edificio y alguna travesura que le hacíamos al maestro, siempre con mucho cuidado para que no nos pillase.
Testimonios recogido por María Benages Roig (03/01/11).

Me llamo Manuela Bell, tengo 79 años y nací en Albocàsser, Castellón. He trabajado en un hostal, de camarera y señora de la limpieza.
Sólo fui un año a la escuela, debido a la Guerra Civil. En mi escuela, los chicos y las chicas estudiaban por separado. La escuela era muy dura, pero a la vez es también una etapa de la niñez. Mi maestra se llamaba Eugenia. Los niños eran muy disciplinados y maduros porque la situación tan triste les había obligado a crecer y madurar y valorar las pocas oportunidades que se les presentaban en la vida.
El material era escaso, sólo llevábamos lápices porque los cuadernos los prestaba la escuela debido a la pobreza de los niños.
En el poco tiempo que tuve la oportunidad de estudiar sólo aprendí cosas básicas, como leer y escribir. Los profesores nos trataban con dureza y nos castigaban a menudo.
El recreo era el momento en que nos sentíamos niños y olvidábamos lo que había a nuestro alrededor. Era la alegría del día.
Testimonio recogido por Laia Porcar Ahicart (02/01/11).

                  Escolares jugando al tradicional juego infantil "churro"


Me llamo Laura Redón Bachero, tengo 73 años y nací en Ribesalbes (Castellón). A los 12 años empecé a cuidar a una niña, llevándola de paseo. A los 15, empecé a trabajar en una imprenta hasta los 25 años. A partir de aquí, haciendo las labores de casa.
Fui a la escuela desde pequeña hasta los 9 años. Me dieron el graduado escolar. Vivía en Ribesalbes y de muy pequeña me fui a vivir a Fanzara. Estuve ocho años viviendo allí. Dejé de ir a la escuela cuando bajamos de Fanzara a Castellón porque vivíamos en una alquería y era muy difícil ir al colegio.
Mi colegio era un colegio normal, de pueblo, con muchos niños. No era un recinto cerrado, al lado del colegio pasaba la carretera. Cuando los niños salían al recreo casi ninguno se acercaba a la carretera.
Mi maestra se llamaba doña Lola y era de Artana. Recuerdo que la maestra era muy buena persona y no ponía muchos deberes. Yo no sabía dividir, pero sí que sabía restar a mi manera, sumar y todas las tablas e multiplicar. En aquella época las chicas íbamos con la maestra y los chicos con el maestro. El horario era como ahora, de 9 a 12 de la mañana y de 15 a 17 horas en la tarde. Recuerdo muy bien a las amigas con las que jugaba.
No recuerdo muy bien lo que llevábamos en la cartera, pero no llevábamos la cantidad de cosas que lleváis ahora. Un lápiz, una goma, una libreta y un libro.
A mí no me han castigado ninguna vez, era una niña muy buena y, como he dicho antes, la maestra también era muy buena. Antes se salía del colegio a los 14 años. Lo poco que aprendí me lo enseñaron en la escuela. No aprendí a dividir ni por una cifra, pero sí que aprendí a sumar, multiplicar y a restar a mi manera.
Todos los recuerdos que tengo de la escuela son buenos. Recuerdo que después de la escuela nos juntábamos todas las amigas y nos íbamos a casa de una a jugar, porque no teníamos deberes.
Testimonio recogido por Claudia Bolos Sánchez (27/12/10).

Mi nombre es Mercedes Pons Beltrán. Nací en 1935, en Atzaneta (Castellón). He sido peluquera.
Fui a la escuela durante 8 años y lo dejé para cuidar de mi hermano y después trabajar en la peluquería. Mi escuela era el colegio de las Trinitarias y solo tenía 3 clases. Mi maestra se llamaba Sor Felicidad. Recuerdo que las maestras tenían una regla y cuando hablábamos nos daban con ella en la cabeza. Pero no nos pegaban mucho. Tampoco nos enseñaban mucho.
En mi cartera llevaba un libro de lectura y una de Historia (de España y Sagrada), lápices, colores y goma.
Recuerdo que las chicas hacíamos labor por la tarde.

Testimonio recogido por Raquel Vaquer González (28/12/10).

Mi nombre es Vicente Aguilella y tengo 86 años. Nací en Onda y he sido profesor de Enseñanza Media, asesor cultural del Ministerio de Información y Turismo y funcionario técnico de la Administración.
Yo he estudiado primaria, bachillerato y licenciatura. Estudié la enseñanza primaria con los padres carmelitas. Cuando llegó la República y prohibieron los colegios cristianos, pasé a estudiar en el pueblo durante la Guerra, aunque sólo 4 meses.
Mi maestro se llamaba Antonio Pallarés. En la escuela aprendí mucho, hasta el himno de la República. Pero pasamos cuatro meses escondido en el castillo de Onda para protegernos de los bombardeos. Mis mejores recuerdos son los juegos con mis amigos, cazando gatos y bañándonos en las charcas.
Llevábamos pocos libros y escribíamos con lápices. Los más ricos escribían con pluma. Y hacíamos muchos mapas. Los maestros eran muy rectos, la mayoría pegaban o con la mano o con la paleta y también castigaban con hacer copias o con estar de rodillas.
Lo mejor de la escuela son los recuerdos, buenos o malos y las vivencias que intentamos evocar.
Testimonio recogido por Luis Torada Aguilella (10/01/11).

Mi nombre es Juan Antonio Sancho, tengo 79 años y nací en Alcalá de Xivert (Castellón). Empecé a trabajar a los 13 años en un banco de interventor.
Yo fui a la escuela desde los ocho años hasta los trece. Empecé a ir a la escuela a los ocho años porque había guerra y me tuve que ir a Valencia. Dejé de ir a la escuela porque el jefe de un banco fue a pedirle a mi maestro un buen alumno para trabajar en el banco y mi maestro, Antonio García, me recomendó.
Nuestra clase era de unos 30 o 40 chicos, pero variaba a lo largo del año. Los chicos iban con los maestros y las chicas con las maestras. En la cartera llevábamos una enciclopedia, donde había una parte de Matemáticas, de Historia, de Humanidades… Además, llevábamos un cuaderno, lápiz y sacapuntas.
El maestro mandaba mucho y tenía interés en enseñar a los alumnos. El horario de la escuela era el mismo que ahora.

Testimonio recogido por Ernesto Sancho Mainar (11/01/11).
Me llamo José Puig marqués y nací en 1933, en Sierra de Engalcerán,, provincia de Castellón. Me he dedicado al comercio textil y acabé siendo gerente.
Fui a la escuela en el pueblo, hasta los 11 años. Hice tercer curso en Castellón, en el Colegio de las Carmelitas. Mi escuela era un edificio viejo, en un primer piso para las niñas y los bajos para los niños. Tuve varios maestros: Don José, Don Manuel, Don Antonio, casi uno por curso. Las niñas estaban con una maestra llamada Doña María. Recuerdo que en la escuela hacía mucho frío porque era una casa vieja y por la situación del pueblo, a 780m.
En la cartera llevaba un libro del que no recuerdo el nombre con todas las materias y con una asignatura llamada “urbanidad”. Los maestros nos trataban bien, pero siempre les teníamos que llamar de usted debido al respeto que les teníamos.
Recuerdo sobre todo a los niños de entonces; todavía quedan algunos compañeros pero los maestros y algún amigo ya fallecieron.
Testimonio recogido por Isabel Casanova Puig (11/01/11).

Mi nombre es María Cinta José y nací en 1937 en Albocácer (Castellón). He trabajado como funcionaria del estado. Empecé a ir a la escuela muy pequeñita, con sólo tres años, en un colegio de Albocácer. Luego me vine aquí y seguí en la escuela hasta los 14 años. Dejé de ir a la escuela porque acabaron las clases y además para empezar a trabajar.
Estuve en dos escuelas normales, con pupitres y sillas de madera. Mi maestra se llamaba María Teresa. Tengo muy buenos recuerdos porque algunos compañeros han sido muy buenos amigos.
Llevábamos cuadernos para escribir, lápices y colores. Y también llevábamos libros de Matemáticas, de Lectura, Ortografía e Historia de España. Los maestros os enseñaban mucho y eran muy rectos. Además, todos los días nos hacían ir a rezar a la capilla del colegio.
Testimonio recogido por Laura Vicent Bosch (23/01/11).