miércoles, 4 de mayo de 2011

2.5 La escuela franquista contada por los alumnos de los pueblos de Castellón



Nuestros abuelos, que vivían en los pueblos de Castellón. 
                                  Colegio "Les Llometes" Benasal.
Mi nombre es Elvira García Roig y tengo 76 años. Nací en Benasal (Castellón) y he trabajado toda mi vida, primero haciendo pañales, después paños de cocina y las fajas que llevaban los hombres en la cintura. A partir de los 45 años, haciendo limpiezas en las casas.
Sólo fui dos años a la escuela porque vivía en una masía y según mis padres tenía que ir a guardar el ganado porque de todos los hermanos, era la que mejor lo hacía. La escuela era un edificio bastante grande para la época. Había una habitación con pupitres y al lado vivía el maestro. Actualmente la han restaurado (“Les Llometes”).
Mi maestro se llamaba Antonio, era muy bueno y enseñaba mucho, aunque nosotros éramos mucho más aplicados que ahora. Había muchos niños y niñas como yo que eran de masías vecinas. Yo tenía que andar dos horas y media de camino para llegar a la escuela todos los días.
Los libros, los tenía el maestro en la escuela. Él nos enseñaba y nosotros copiábamos en libretas que llevábamos de casa lo que él nos dictaba o escribía en la pizarra. Nollevábamos lápices, pues escribíamos con pluma mojando la tinta en un tintero que estaba incorporado al pupitre.
El maestro nos trataba bien, pero había mucha disciplina. No podías hablar o mirar mucho a tu compañero. A los que no trabajaban les imponían castigos bastante fuertes, les tiraban el borrador a la cabeza, les pegaban con la regla. En sólo dos años aprendí las sumas, las restas, las multiplicaciones, divisiones y todos los problemas correspondientes a estas reglas matemáticas. Nos enseñaron muchas historias, aunque lo que nunca faltaba eran las clases de religión todas las semanas, con oraciones y escritura de trozos de la Biblia y Nuevo Testamento.
A mí me gustaba mucho la escuela, pues cuando iba a guardar con el ganado siempre llevaba algún libro que me dejaba el maestro.
Además, me acuerdo que al maestro le llevábamos un pan cada semana, pues no tenía tierra para sembrar y cobraba muy poco.



Mi nombre es Alfonso Roig Barreda y tengo 80 años. Nací en Benasal, Castellón. He trabajado en diferentes sitios, primero de pastor, luego de peón albañil hasta que me especialicé y llegué a ser oficial. Con los años formé una pequeña empresa de seis trabajadores. Los últimos años trabajaba yo solo como autónomo.
Sólo fui cuatro años a la escuela, desde los 8 a los 12. Dejé de estudiar porque mis padres decidieron ir a vivir a una masía que se encontraba bastante alejada del pueblo y yo hacía falta para trabajar en casa, para aportar algo de dinero con mi trabajo.
Mi escuela era de piedra, no muy grande pero acogedora. Sólo íbamos chicos; las chicas iban a la “escuela de niñas”. La nuestra no tenía nombre y actualmente es el Hogar del Jubilado. 

Mi maestro se llamaba José y era muy bueno pero no enseñaba mucho. Yo no era muy aplicado en los estudios y me dedicaba a jugar por las calles con mis amigos. Copiábamos lo que el maestro escribía en la pizarra y escribíamos con pluma mojando en el tintero del pupitre. A mí me costó mucho aprender a escribir y sobre todo lo referente a las matemáticas. El maestro no nos trataba muy bien y había mucha disciplina. No era un maestro que tuviese mucho interés en enseñar y que nosotros aprendiésemos rápidamente.
A mí no me gustaba mucho ir a la escuela, pero recuerdo los ratos que pasábamos con otros niños en la calle. Recuerdo el edificio y alguna travesura que le hacíamos al maestro, siempre con mucho cuidado para que no nos pillase.
Testimonios recogido por María Benages Roig (03/01/11).

Me llamo Manuela Bell, tengo 79 años y nací en Albocàsser, Castellón. He trabajado en un hostal, de camarera y señora de la limpieza.
Sólo fui un año a la escuela, debido a la Guerra Civil. En mi escuela, los chicos y las chicas estudiaban por separado. La escuela era muy dura, pero a la vez es también una etapa de la niñez. Mi maestra se llamaba Eugenia. Los niños eran muy disciplinados y maduros porque la situación tan triste les había obligado a crecer y madurar y valorar las pocas oportunidades que se les presentaban en la vida.
El material era escaso, sólo llevábamos lápices porque los cuadernos los prestaba la escuela debido a la pobreza de los niños.
En el poco tiempo que tuve la oportunidad de estudiar sólo aprendí cosas básicas, como leer y escribir. Los profesores nos trataban con dureza y nos castigaban a menudo.
El recreo era el momento en que nos sentíamos niños y olvidábamos lo que había a nuestro alrededor. Era la alegría del día.
Testimonio recogido por Laia Porcar Ahicart (02/01/11).

                  Escolares jugando al tradicional juego infantil "churro"


Me llamo Laura Redón Bachero, tengo 73 años y nací en Ribesalbes (Castellón). A los 12 años empecé a cuidar a una niña, llevándola de paseo. A los 15, empecé a trabajar en una imprenta hasta los 25 años. A partir de aquí, haciendo las labores de casa.
Fui a la escuela desde pequeña hasta los 9 años. Me dieron el graduado escolar. Vivía en Ribesalbes y de muy pequeña me fui a vivir a Fanzara. Estuve ocho años viviendo allí. Dejé de ir a la escuela cuando bajamos de Fanzara a Castellón porque vivíamos en una alquería y era muy difícil ir al colegio.
Mi colegio era un colegio normal, de pueblo, con muchos niños. No era un recinto cerrado, al lado del colegio pasaba la carretera. Cuando los niños salían al recreo casi ninguno se acercaba a la carretera.
Mi maestra se llamaba doña Lola y era de Artana. Recuerdo que la maestra era muy buena persona y no ponía muchos deberes. Yo no sabía dividir, pero sí que sabía restar a mi manera, sumar y todas las tablas e multiplicar. En aquella época las chicas íbamos con la maestra y los chicos con el maestro. El horario era como ahora, de 9 a 12 de la mañana y de 15 a 17 horas en la tarde. Recuerdo muy bien a las amigas con las que jugaba.
No recuerdo muy bien lo que llevábamos en la cartera, pero no llevábamos la cantidad de cosas que lleváis ahora. Un lápiz, una goma, una libreta y un libro.
A mí no me han castigado ninguna vez, era una niña muy buena y, como he dicho antes, la maestra también era muy buena. Antes se salía del colegio a los 14 años. Lo poco que aprendí me lo enseñaron en la escuela. No aprendí a dividir ni por una cifra, pero sí que aprendí a sumar, multiplicar y a restar a mi manera.
Todos los recuerdos que tengo de la escuela son buenos. Recuerdo que después de la escuela nos juntábamos todas las amigas y nos íbamos a casa de una a jugar, porque no teníamos deberes.
Testimonio recogido por Claudia Bolos Sánchez (27/12/10).

Mi nombre es Mercedes Pons Beltrán. Nací en 1935, en Atzaneta (Castellón). He sido peluquera.
Fui a la escuela durante 8 años y lo dejé para cuidar de mi hermano y después trabajar en la peluquería. Mi escuela era el colegio de las Trinitarias y solo tenía 3 clases. Mi maestra se llamaba Sor Felicidad. Recuerdo que las maestras tenían una regla y cuando hablábamos nos daban con ella en la cabeza. Pero no nos pegaban mucho. Tampoco nos enseñaban mucho.
En mi cartera llevaba un libro de lectura y una de Historia (de España y Sagrada), lápices, colores y goma.
Recuerdo que las chicas hacíamos labor por la tarde.

Testimonio recogido por Raquel Vaquer González (28/12/10).

Mi nombre es Vicente Aguilella y tengo 86 años. Nací en Onda y he sido profesor de Enseñanza Media, asesor cultural del Ministerio de Información y Turismo y funcionario técnico de la Administración.
Yo he estudiado primaria, bachillerato y licenciatura. Estudié la enseñanza primaria con los padres carmelitas. Cuando llegó la República y prohibieron los colegios cristianos, pasé a estudiar en el pueblo durante la Guerra, aunque sólo 4 meses.
Mi maestro se llamaba Antonio Pallarés. En la escuela aprendí mucho, hasta el himno de la República. Pero pasamos cuatro meses escondido en el castillo de Onda para protegernos de los bombardeos. Mis mejores recuerdos son los juegos con mis amigos, cazando gatos y bañándonos en las charcas.
Llevábamos pocos libros y escribíamos con lápices. Los más ricos escribían con pluma. Y hacíamos muchos mapas. Los maestros eran muy rectos, la mayoría pegaban o con la mano o con la paleta y también castigaban con hacer copias o con estar de rodillas.
Lo mejor de la escuela son los recuerdos, buenos o malos y las vivencias que intentamos evocar.
Testimonio recogido por Luis Torada Aguilella (10/01/11).

Mi nombre es Juan Antonio Sancho, tengo 79 años y nací en Alcalá de Xivert (Castellón). Empecé a trabajar a los 13 años en un banco de interventor.
Yo fui a la escuela desde los ocho años hasta los trece. Empecé a ir a la escuela a los ocho años porque había guerra y me tuve que ir a Valencia. Dejé de ir a la escuela porque el jefe de un banco fue a pedirle a mi maestro un buen alumno para trabajar en el banco y mi maestro, Antonio García, me recomendó.
Nuestra clase era de unos 30 o 40 chicos, pero variaba a lo largo del año. Los chicos iban con los maestros y las chicas con las maestras. En la cartera llevábamos una enciclopedia, donde había una parte de Matemáticas, de Historia, de Humanidades… Además, llevábamos un cuaderno, lápiz y sacapuntas.
El maestro mandaba mucho y tenía interés en enseñar a los alumnos. El horario de la escuela era el mismo que ahora.

Testimonio recogido por Ernesto Sancho Mainar (11/01/11).
Me llamo José Puig marqués y nací en 1933, en Sierra de Engalcerán,, provincia de Castellón. Me he dedicado al comercio textil y acabé siendo gerente.
Fui a la escuela en el pueblo, hasta los 11 años. Hice tercer curso en Castellón, en el Colegio de las Carmelitas. Mi escuela era un edificio viejo, en un primer piso para las niñas y los bajos para los niños. Tuve varios maestros: Don José, Don Manuel, Don Antonio, casi uno por curso. Las niñas estaban con una maestra llamada Doña María. Recuerdo que en la escuela hacía mucho frío porque era una casa vieja y por la situación del pueblo, a 780m.
En la cartera llevaba un libro del que no recuerdo el nombre con todas las materias y con una asignatura llamada “urbanidad”. Los maestros nos trataban bien, pero siempre les teníamos que llamar de usted debido al respeto que les teníamos.
Recuerdo sobre todo a los niños de entonces; todavía quedan algunos compañeros pero los maestros y algún amigo ya fallecieron.
Testimonio recogido por Isabel Casanova Puig (11/01/11).

Mi nombre es María Cinta José y nací en 1937 en Albocácer (Castellón). He trabajado como funcionaria del estado. Empecé a ir a la escuela muy pequeñita, con sólo tres años, en un colegio de Albocácer. Luego me vine aquí y seguí en la escuela hasta los 14 años. Dejé de ir a la escuela porque acabaron las clases y además para empezar a trabajar.
Estuve en dos escuelas normales, con pupitres y sillas de madera. Mi maestra se llamaba María Teresa. Tengo muy buenos recuerdos porque algunos compañeros han sido muy buenos amigos.
Llevábamos cuadernos para escribir, lápices y colores. Y también llevábamos libros de Matemáticas, de Lectura, Ortografía e Historia de España. Los maestros os enseñaban mucho y eran muy rectos. Además, todos los días nos hacían ir a rezar a la capilla del colegio.
Testimonio recogido por Laura Vicent Bosch (23/01/11).







1 comentario:

  1. Me parece precioso el trabajo que estáis haciendo en el taller, es una suerte que tengáis asignaturas como esta y a la profe que tenéis.Espero que os deis cuenta. Igual es que estoy un poco sensible pero al leer los testimonios se me han saltado más de 2 lagrimillas. Felicidades por el trabajo y por la estética del blog.
    (soy Raquel, la de plástica .-))

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